martes, 26 de enero de 2016

Analfabetismo funcional y analfabetismo disfuncional

Analfabetismo funcional y analfabetismo disfuncional
Libro abraza
Analfabetismo Funcional
Se denomina analfabetismo funcional a la incapacidad de un individuo para utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida. Se diferencia del analfabetismo en sentido estricto en que éste supone la incapacidad absoluta de leer o escribir frases sencillas en cualquier idioma.

Una persona analfabeta no sabe leer ni escribir. Un analfabeto funcional, en cambio, lo puede hacer hasta un cierto punto (leer y escribir textos en su lenguaje nativo), con un grado variable de corrección y estilo. Un adulto que sea analfabeto funcional no sabrá resolver de una manera adecuada tareas necesarias en la vida cotidiana como por ejemplo rellenar una solicitud para un puesto de trabajo, entender un contrato, seguir unas instrucciones escritas, leer un artículo en un diario, interpretar las señales de tráfico, consultar un diccionario o entender un folleto con los horarios del autobús.

El analfabetismo funcional también limita seriamente la interacción de la persona con las tecnologías de la información y la comunicación, puesto que tiene dificultades para usar un ordenador personal, trabajar con un procesador de texto o con una hoja de cálculo y utilizar un navegador web o un teléfono móvil de manera eficiente.

Aquellos con analfabetismo funcional pueden ser sujeto de intimidación social, riesgos de salud, estrés, bajos salarios, y otras dificultades relacionadas con su inhabilidad.

La correlación entre el crimen y el analfabetismo funcional es un hecho bien conocido por criminalistas y sociólogos alrededor del mundo. En el año 2000, se estimó que el 60% de los adultos en prisiones estatales y federales en los Estados Unidos sufrían de esta condición, y que el 85% de los criminales menores tenían problemas asociados con la lectura, escritura, y matemáticas básicas.
Definición: Wikipedia
El analfabetismo es un problema para cualquier país en desarrollo. El no saber leer ni escribir puede colocar en situación de minusvalía a las personas que no han aprendido estas habilidades básicas, a ellos se dedica gran cantidad de programas que busca insertarlos, de alguna manera, en el terreno de los alfabetizados. Este es un problema que detectamos, analizamos e incluso buscamos solucionar, pero mientras la cantidad de analfabetas disminuye, la cantidad de analfabetas funcionales aumenta considerablemente.

Los analfabetas funcionales no están en un determinado estrato social, no han carecido de educación ni están excluidos de las universidades. Analfabeta funcional puede ser cualquier persona que, a pesar de saber leer y escribir, presenta dificultades a la hora de comprender textos escritos. Sí, ese muchacho que acaba de ingresar a la universidad, esa joven secretaria que no ha terminado el bachillerato porque le da flojera y el ingeniero mecánico que no lee porque le da sueño, son analfabetas funcionales.

Algunas estadísticas indican que la mayoría de la población sólo puede comprender el 31% de los textos que lee, por lo tanto tiene dificultades para aprehender y relacionar lo leído con sus conocimientos previos. Lo mismo sucede a la hora de responder preguntas y emitir opinión acerca de lo que leen. Esto, aparentemente no es un problema porque somos fundamentalmente visuales y, a la hora de comunicarnos, preferimos la oralidad antes que la escritura, pero existen situaciones en las cuales el individuo es evaluado por lo que lee y escribe, ¿cuántas veces hemos escuchado de personas que son rechazadas en un empleo por no comprender adecuadamente alguna pregunta de la planilla de solicitud?, ¿cuántas veces nos hemos preguntado por el significado real del texto que estamos leyendo?.
Son muchos los factores que pueden incidir en el crecimiento desmesurado del analfabetismo funcional en Venezuela, uno de ellos es la preferencia por lo audiovisual antes que por lo impreso, es decir, entre la televisión y el periódico, gana la televisión; entre la versión fílmica de “El Señor de los Anillos” y los tres tomos de la versión impresa, gana el film.
Elimar Bello T.
Consideraciones: la primera es relativa a rechazar la concepción del analfabetismo como enfermedad –como problema médico: infección, plaga...–, que la hace recaer sobre los individuos responsabilizándolos, cuando es un problema social y por lo tanto de naturaleza política y, en este sentido, indicar mi inclinación por la concepción freiriana de entenderla como problema político y moral. La segunda se refiere a que, debido a la dificultad de proponer para el analfabetismo funcional una definición universal, por la relatividad que le da la naturaleza misma del problema que denomina y por su relación con los contextos culturales determinados, orientaremos nuestro propósito a presentar las características principales que mejor lo definen.

Así y como hemos referenciado antes, podemos recoger con Haurtecour (1985) una significación del analfabetismo funcional relacionada con la ambigüedad, polisemia o polivalencia, características que ha ido adquiriendo a lo largo de sus más de 70 años de vida. Así, el concepto se ha asociado con: un cierto etnocentrismo occidental para distinguir a sus analfabetos frente a los homólogos inmigrados; ciertos usos de la lecto-escritura; condición de una población subescolarizada; déficit de habilidades o competencias básicas y persona que no responde a los conocimientos y habilidades que aparenta.

Esta característica polisémica o polivalente del concepto de alfabetismo funcional (implícita ya desde la primera definición de la UNESCO-1957) … la capacitad para emprender de modo efectivo todas las actividades en que se haya adoptado la alfabetización con normalidad a su cultura o grupo y confiere al mismo una pujante vitalidad que viene relacionada con la relatividad finalística de los proyectos y con la adaptabilidad a los diversos contextos culturales de los que se trate. Desde esta perspectiva, la adaptabilidad requiere de la garantía de la democracia participativa para que responda siempre a los intereses de la colectividad y en ningún caso debe conformar a los grupos hegemónicos que impongan, contra las lenguas vernáculas de los grupos sociales, las lenguas oficiales como expresión exigible e inequívoca de combatir el analfabetismo funcional.

Un componente central del concepto de alfabetización funcional es aquél que la relaciona con el proyecto social de la sociedad y que ha recibido las calificaciones al respecto de ser capaz de:
– Responder a las exigencias de la vida.
– Comprender y resolver los problemas reales de la existencia.
– Estar preparado para ejercer una función social, cívica y económica.
– Actuar con desenvoltura en la sociedad actual.
– Propiciar cambios al desarrollo de los individuos, grupos y países.
– Actuar críticamente.

Finalmente, conviene reflejar la aportación al concepto de alfabetización funcional desde la base de la información como concepto crucial:
La alfabetización es la capacidad de adquirir e intercambiar información a través de la palabra escrita. Alfabetización funcional es la posesión de y el acceso a las competencias e información requeridas para llevar a cabo transacciones que supongan leer y escribir, y que un individuo desea o necesita llevar a cabo (Vilanova/Moreno, 1992, p. 59).

Dos razones apoyan la inclusión de la información en la definición anterior: una, porque el intercambio de información es básicamente la finalidad para la cual se escribe o se lee y, otra, porque es imposible definir lo que es una competencia o habilidad sin referirse a su contenido. Así, la persona alfabetizada funcional sería aquélla que ante una información recibida es capaz de operativizarla, o sea, de transformarla en acciones consecuentes. Y, por haber sido capaz de operativizarla en acciones consecuentes, diremos que posee la habilidad o competencia de procesar dicha información de una forma esperada por la sociedad en la que está inserto.


Cuando uno es literatito chiquito lo asustan hablándole de El Coco, el Hombre de la Bolsa, el analfabetismo, y otros monstruos folk.
Después, cuando uno crece un poco y se vuelve literato teenager vienen los profes y le asustan a uno con cierto monstruo más grandecito, el analfabetismo funcional, perdición de la humanidad, favorecedor de la televisión y el marketing, y gran enemigo del ciudadano políticamente informado. En ambientes urbanos, la mayoría de la gente sabe leer, pero no lee. El papá del Coco, en persona.

Hace algunos años su servilleta tuvo cierto momento de iluminación y descubrió un bicho masivo y asqueroso, aún mayor, más difícil de combatir que los dos anteriores juntos, más difícil de diagnosticar; en resumen, el papá del papá del Coco, listado como la tercera amenaza global según yo. A continuación, una descripción detallada de
El alfabetismo disfuncional:

enfermedad, síndrome o estado de aquella persona que sabiendo leer y leyendo cotidianamente, carece sin embargo de la capacidad para identificar, generar, combinar, yuxtaponer, extrapolar, analizar o sintetizar ideas, así como de juzgar la trascendencia y valor estético de lo que lee.
Quien sufre de esta enfermedad se encuentra en una especie de paraíso literario, ya que, mal juez, a menudo es capaz de disfrutar prácticamente cualquier texto.
Este tipo de enfermos son potencialmente peligrosos en primer lugar porque pueden confundirse fácilmente con personas bien leídas. Pueden gustar mucho de los libros y tener bibliotecas extensas, si bien no selectas. Cuidadosa conversación y análisis de libreros son necesarias para descubrir al alfabetismo disfuncional. En segundo lugar, los alfabetas disfuncionales tienen poder económico, y pueden por consecuencia favorecer con su dinero a la literatura basura, preparando así un escenario Fahranheitesco involutariamente.





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EL ANALFABETISMO FUNCIONAL – ARTURO USLAR PIETRI

 
 
 
 
 
 
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El analfabetismo funcional. Artículo de Arturo Uslar Pietri publicado en el Cuerpo A, página 4 de El Nacional, el 26 de septiembre de 1.993

“… Hace poco las autoridades educacionales de Estados Unidos lanzaron una increíble e importante noticia sobre la que no se puede pasar a la ligera y que tiene mucha significación para el porvenir de nuestra civilización. La insólita noticia informaba escuetamente que la mitad de la población de los Estados Unidos estaba compuesta de analfabetas funcionales. Un analfabeta funcional es un ser que ha recibido en la escuela, la enseñanza normal de la lectura y la escritura pero que en su vida ordinaria la usa muy poco, la maneja insuficiente y torpemente y no depende de ella para lo esencial de su información y comunicación. Prácticamente no lee libros, es poco y limitado su acceso a los periódicos y experimenta dificultades insalvables para obtener por escrito un pensamiento o un concepto.
Los hombres de la Ilustración creían firmemente que la enseñanza de la lectura y la escritura era el instrumento fundamental para lograr la transformación de la sociedad. Danton afirmaba que, después del pan, la instrucción era la primera necesidad del pueblo. Esta concepción ha estado en la base misma de todos los programas de progreso y transformación social que el mundo ha conocido en los dos últimos siglos.
Leer y escribir son dos operaciones mentales extraordinariamente complejas y difíciles en su esencia, mucho más allá de los simples mecanismos que la escuela enseña. Nombrar, como lo decía Wittgenstein, es nada menos que la tentativa de poner en términos lingüísticos un universo no lingüístico. Cada nombre es el símbolo más o menos caprichoso que le ponemos a una cosa o a una nación, de las que nunca llegamos a tener una noción cabal.
Escribir es traducir esos símbolos, los complejos mecanismos mentales del conocimiento, y leer es tratar de regresar de aquellos símbolos al conocimiento que los inspiró.
No hay operación más compleja y atrevida en todos los intrincados mecanismos del conocimiento humano. De esto, precisamente, han tenido angustiosa noción los grandes poetas creadores. “¿Qué hay en un nombre?”, se preguntaba Shakespeare, en la tentativa desesperada de comprometer. Y, mucho más tarde, otro gran poeta, Rimbaud, llegó a decir con rabia y desesperación: ” Si los débiles de mente se pusieran a reflexionar sobre la letra A, podrían volverse locos”.
Lo que está en juego en el fondo de todo esto es el destino de la escritura y la lectura en una civilización fundamental y crecientemente visual y auditiva como la nuestra. La inmensa y proliferante red de los medios de comunicación audiovisuales, particularmente la radio y la televisión, produce una verdadera inundación de mensajes visibles y audibles que cubre y penetra no solamente todos las formas de la vida social sino la mente de cada unos de los individuos.
Hasta hace apenas un siglo, fuera de la palabra viva en la conversación directa, no había otro medio de comunicación que el de la escritura. Era por medio de ella que se podía acceder a la información en todos sus niveles, desde los sucesos cercanos y lejanos hasta la ciencia. El inmenso crecimiento de los medio audiovisuales ha cambiando y sigue cambiando velozmente esta situación.
No desaparecerá la escritura, la ciencia continuará transmitiéndose por escrito en los libros y en las revistas especializadas para un público restringido. El perfil de los lectores de periódicos revela que la inmensa mayoría de ellos se interesa sólo por los sucesos, los deportes, los escándalos, y, de manera muy marginal, por la reflexión seria y la discusión de ideas.
Tal vez nos estemos acercando a un tiempo en el que van a coexistir, con creciente incomunicación entre ellos, los medios audiovisuales con los escritos, y los destinados fundamentalmente a fines distintos con los de los libros y textos de la ciencia y la creación. Podría ser, en cierta forma, el regreso a una nueva Edad Media y una vuelta de los Bárbaros…”

Fuente: https://yenilyalmeida.wordpress.com/2011/12/31/el-analfabetismo-funcional-arturo-uslar-pietri/